sábado, 13 de agosto de 2011

Culebrón veraniego

Todo empezó hace un par de meses, cuando la compañía M me ofreció una tarifa telefónica más barata. Un mes después llegó la factura y me habían cobrado una cuota supuestamente gratuita. Reclamé y como solución me dieron un veinte por ciento de descuento.

Al mes siguiente me llegó el facturón. No sólo había gastado bastante, sino que me habían vuelto a cobrar esa cuota que el descuento no cubría. ¡Estaba haciendo el primo!

En la compañía O había una tarifa que cubría mis necesidades con un ahorro considerable. ¿Qué móvil escoger? Yo estaba muy contento con mi 5800, pero la idea de tener uno mejor me seducía. ¿Un Iphone? En O tenía que pagar más de 300 euros, algo muy exagerado para mi presupuesto. Me molaría tener ese móvil pero no tanto. ¿Me lo darían en M?

Una vez hecha la portabilidad me di cuenta de que no había pedido a M el código para liberar el móvil, y al mirar en la caja para tener los papeles a mano vi que yo no tenía una permanencia de 18 meses, sino de 24, y aún me quedaban cinco días para terminarla. Más emoción en el asunto.

Total, que cuatro días después la compañía O se dignó a hacerme el cambio y me llamó M. Me dijeron que al pedir el cambio antes de terminar la permanencia tenía que pagar 76 euros (¡por cinco días!), y lo mejor era cancelarla y hacerla al día siguiente, una vez libre de compromisos.

Al día siguiente M me llamó para regalarme un móvil nuevo, ofreciéndome baratijas. Por el Iphone debía pagar casi 400 euros. Ahí se quedó la oferta y al día siguiente, cuando O canceló la anterior operación volví a hacerla. Aún no me ha llamado M para intentar retenerme. ¿Me ofrecerá el Iphone dichoso a un precio comoetitivo o exploraré otros mundos?

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